Feliz miercoles queridos lectores el año empezo hace algunas semanas y ya volvemos con nuestra publicaciones hoy compartiremos una pequeña refleción con ustedes.
Durante miles de años, los circos, las ferias y todo tipo de espectáculos itinerantes han presentado psíquicos y lectores de la mente. Esos personajes obtienen el dinero de los clientes crédulos a los que les dicen las cosas que les gusta escuchar. Son fraudes, por supuesto. Pero, ¿no se alegra de que nadie pueda leer su mente?
Piense en toda la basura que hay ahí, en los viejos rencores, que se cocinan como un lodo tóxico en lo profundo de su alma. Piense en el orgullo que se niega a dejar que usted diga “lo siento”. Piense en la niebla húmeda de depresión que lo hace sentir indigno de algo bueno o noble. Piense en los desagradables recuerdos de los momentos en los que engañó o les hizo daño a otras personas. Piense en los sueños de su juventud que se han derrumbado.
Hay alguien que puede leer su mente. “Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme. Has entendido desde lejos mis pensamientos” (Salmo 139:1,2). Sin embargo, ese conocimiento está seguro en él; él sabe lo grandes que son sus defectos, y fue precisamente para personas como usted y para necesidades como las suyas que envió a su Hijo a vivir por usted, a morir por usted, y a resucitar por usted.
La perfección de Jesús compensa todos sus defectos. Por medio de la fe en él, puede reclamar el regalo de una reputación de santo ante la corte real de Dios. A través del lente de Cristo, Dios lo ve a usted como un ganador.
Aprovecha cada día para entregar tu corazón a Jesús pídele que limpie tus pensamientos e inicia con cada nuevo amanecer la oportunidad de ser mejor.
“Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme. Has entendido desde lejos mis pensamientos”
(Salmo 139:1,2).
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