Hay sensaciones en la vida que creo que la mayoría de los seres humanos compartimos. Una de ellas es la de estar enamorado, otra es la de sentirse herido y entre muchas más, está también el sentir que hacemos algo que finalmente nadie valora.
He escuchado relatos relacionados con esta sensación en más de una ocasión por adultos y adolescentes. Me llama la atención porque comparten una raíz común: el querer hacer algo “bueno” que pareciera ser poco relevante para el resto. Generalmente escucho decir a los adolescentes con quienes me relaciono que nada es suficiente para mantener satisfechos a sus padres y que aunque se esfuercen por “portarse bien” pareciera ser que tampoco es suficiente. El relato de los jóvenes es similar, pero generalmente teñido por lo que su grupo de pares opina.
Ser joven y ser cristiano no es una tarea fácil. Sé que quienes son jóvenes y lean estas líneas van a compartir esta declaración. En una sociedad en donde se promueve el individualismo, el excesivo respeto a la vida personal de tu pareja, en donde se promueve la experimentación sexual como práctica necesaria para tener un matrimonio feliz y un sinfín de “actividades” como éstas, ser jóvenes y mantener los principios que rigen nuestra vida no es simple. Es muy posible que incluso dentro de la misma familia existan momentos en que tampoco sea valorado el ser honesto, querer servir a Dios con todas las fuerzas de la juventud y reservar el sexo para el matrimonio, ya que no ha sido una práctica que se fomente desde el hogar, es más, es probable que si existen hermanos éstos no practiquen estos principios y los padres no se “espantan” ni creen que estos hijos son “malos” o irresponsables, lo que profundiza aún más la sensación de que “ a nadie le importa que sea diferente”, e incluso, el que “a nadie le importaría si no fuese diferente”.
Te tengo muy buenas noticias, hay alguien que valora profundamente lo que haces y lo que estás dispuesto a hacer. Hay alguien que ve cuánto trabajo te cuesta el llevar una vida basada en los principios de Dios y que, aunque te equivocas, en tu corazón no hay más que pasión por hacer las cosas a Su manera. Correcto. Esa persona es Cristo. Y te prometo que no puede estar más pendiente de ti y de mí.
Él te ha visto, ha visto cuando has sufrido por decir que no a algo para poder decirle que sí a Él; Él conoce lo poco popular que muchas veces te has vuelto por serconsecuente con lo que crees y con el llamado que tienes, y lo que es mejor… ¡A ÉL SÍ LE IMPORTA!
La próxima vez que sientas que a nadie puede importarle menos tu diferencia, no olvides que a Dios no puede importarle más. No estás solo, tú y yo vivimos creyendo que lo mejor que tenemos proviene de Él y eso es lo que nos alienta a vivir una vida muy solitaria e incomprendida a veces, pero llena, repleta de promesas.
Autora: Poly Toro
Escrito para www.destellodesugloria.org
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