Todas las
personas contamos con una cantidad tremenda de capacidades y un potencial
mental sorprendente. No obstante, en condiciones normales, este potencial se ve
limitado por puras barreras mentales.
Llamaremos
barreras a esos “peros”, “cuándo” y “porqués” que no nos dejan avanzar en el
cambio interior personal que nos hemos propuesto. Lo primero que hay que saber
es que irremisiblemente, surgirán. Siempre, toda persona que inicia un nuevo
camino, se encuentra con esas dudas, esa confusión o esa indecisión que pueden
hacerle desistir de sus propósitos.
A que nos
referimos cuando decimos que no son mentales:
• Que no son
físicas, No son reales o tangibles directamente, sino a través de
manifestaciones o expresiones de diferente significado.
• Son fruto o
elaboración de la mente (Mente: capacidad intelectual humana, según
diccionario)
La mente está
hecha para defendernos, protegernos e informarnos de cualquier posible amenaza
exterior. Cuando nos amoldamos a una rutina expresa, nuestra mente entiende que
eso es lo que deseamos y lo que es conveniente para nosotros. A partir de ese modelo, nos defenderá de cualquier cambio que pueda representar una
ruptura de hábitos. Y, ¿cómo lo hará?, creando el miedo.
El miedo puede
impregnarlo todo. El miedo paraliza, creando dudas, inseguridad e indecisión.
Es la barrera por excelencia, incluso cuando estamos a punto de conseguir la
meta. El miedo está ahí para advertirnos de los riesgos o los errores, para persuadirnos
de no precipitarnos.
Hay infinitas
barreras mentales que pueden surgir para convencernos de que desistamos de
cualquier cambio o proyecto. Hemos citado algunas de las más comunes.
Falta de planificación: Muchos proyectos se quedan por el camino
porque no se ha planeado bien cómo desarrollarlos. Planificar ayuda a evaluar
los pasos de cada etapa.
Incapacidad: La indecisión o la falta de costumbre
pueden hacernos creer que somos torpes para una actividad.
Baja autoestima: La falta de amor hacia uno mismo puede
hacerle sentir débil, incapaz o que no merece vivir mejor.
Ira o rabia: Lejos de potenciar el crecimiento y la
superación, la ira es tan solo el dolor que resta de una mala experiencia.
Afrontarlo lo disuelve.
Decepción: la desilusión es un fuerte componente
disuasorio, que solo la fe en uno mismo y la constancia pueden combatir.
Apatía: El desinterés, el cansancio y la pereza son “barreras
mentales” muy habituales y que pueden hacernos cambiar de opinión muy
fácilmente.
Presta atención a
esta historia de la vida real: Aura Ramos Carrero es la madre de José Rafael,
quien desde el momento del parto ha luchado para que su hijo lleve una vida
feliz: “la parálisis cerebral se debe a que me fui a parir a Bailadores porque
allá estaba mi familia, me atendieron en una medicatura con muy bajas
condiciones, el trabajo de parto debía culminar al mediodía y se extendió hasta
las 4 de la tarde; el niño nació con muy pocas esperanzas de vida y los médicos
me informaron que, producto del prolongado trabajo de parto, tuvo una parálisis
cerebral y que no sabían qué parte iba a afectar, pero que no sería un niño
normal”.
Pero, su corazón
de madre siempre le dijo que su hijo estaba vivo, “para cosas grandes”; por
ello, lo observaba en su crecimiento y desarrollo, de tal forma que podía notar
que las deficiencias eran motoras, pero que intelectualmente su hijo estaba
perfecto. Visitaron varios hospitales especializados en todo el país, decenas
de consultas médicas y mucho esfuerzo, más que agotarla, le daban más ganas de
seguir adelante. “Siempre quise que mi hijo estudiara”.
A pesar de sus
dificultades motoras, José Rafael se incorporaba a los juegos con otros niños,
en especial con su hermana Gabriela, dos años menor que él, y con su apoyo en
todo momento: “un día lo traje a mi oficina y mientras jugaba con los hijos de
mi jefe, me di cuenta de que usaba el teclado de la computadora con los codos,
entonces pensé que esa era una buena manera para que estudiara”, relató la
madre.
José Rafael tuvo
la orientación de una psicopedagoga, Mercedes Orozco, quien se dedicó a
ayudarlo en su estimulación; luego pudo hacer sus estudios de preescolar en
“Chiquilines” y más tarde fue ingresado en el colegio Ideal, en el quinto
grado, tras una evaluación que lo ubicó en ese nivel.
La computadora e
impresora, en el aula de clases, le permitieron cursar primaria y secundaria,
como un estudiante más; siempre estuvo becado por los dueños de la institución
y así llegó a graduarse de bachiller, y desde primero hasta cuarto año de secundaria,
siempre fue el primer lugar en calificaciones de su curso.
Según cuenta el
propio José Rafael para iniciar sus estudios universitarios presentó por
primera vez el examen de admisión en la
Unet , no quedó y decidió hacer el curso Propedéutico, quería
entrar por méritos propios; al culminar el curso, nuevamente hizo la evaluación
de admisión y obtuvo el lugar 26, entre más de 700 bachilleres.
La señora Aura
tuvo que esforzarse para que su hijo fuera a la universidad. Levantarse muy
temprano a bañarlo, vestirlo y darle el desayuno, tomar el transporte
universitario o “ruta” para ir a llevarlo y luego ir a su trabajo. En el primer
semestre, su amigo Carlos García se quedaba con José Rafael en la Unet para
movilizarlo de un aula a otra, era un trabajo agradable, luego sus compañeros
se ofrecieron y le dieron la mano.
José Rafael cursó
cuatro semestres de Ingeniería Informática, pero se dio cuenta de que no era la
profesión más adecuada, de tal forma que solicitó la autorización y se cambió
para ingeniería industrial, carrera en la cual se graduó el 4 de diciembre del
año 2010, en un emotivo y solemne acto que quedó para las páginas de la
historia de la institución.
Reflexionando
acerca de esto, vale la pena pensar cuántas barreras mentales nos hemos creado,
y que tenemos tan arraigadas, que ya ni siquiera las cuestionamos. Nos
sorprendería saber que únicamente depende de nosotros el derrumbarlas
mentalmente.
En la India,
cuando los elefantes son pequeños les amarran una pata a una cadena encajada al
piso con una estaca para detenerlos. Por
un tiempo, luchan incansablemente hasta que llegan a convencerse que les es
imposible zafarse.
El elefante se
acostumbra a ello y cuando es adulto le siguen sujetando con el mismo método,
para él sería relativamente sencillo arrancar de cuajo la estaca. Sin embargo, no lo hace porque está
convencido que no puede. El elefante se
generó una barrera mental cuando era pequeño, la cual persiste y queda
arraigada en su edad adulta.
¿Cuántas estacas
mentales tenemos? ¿Cuántas cosas hay que nos encantaría lograr? Pero pensamos
que es imposible.
Me parece que
debemos tener fe en que es posible derribar cualquier barrera mental, por
imposible que nos parezca, y buscar constantemente hasta que se nos convierta
en un hábito y se vuelva un reto a vencer, el derribar berreras.
“Porque el Espíritu de Dios
no nos hace cobardes. Al contrario, nos da poder para amar a los demás, y nos
fortalece para que podamos vivir una buena vida cristiana”.
2 Timoteo 1:7
Traducción en lenguaje actual (TLA)
Escrito por: Eric Espinoza
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