viernes, 28 de septiembre de 2012

Barreras Mentales.


Todas las personas contamos con una cantidad tremenda de capacidades y un potencial mental sorprendente. No obstante, en condiciones normales, este potencial se ve limitado por puras barreras mentales.

Llamaremos barreras a esos “peros”, “cuándo” y “porqués” que no nos dejan avanzar en el cambio interior personal que nos hemos propuesto. Lo primero que hay que saber es que irremisiblemente, surgirán. Siempre, toda persona que inicia un nuevo camino, se encuentra con esas dudas, esa confusión o esa indecisión que pueden hacerle desistir de sus propósitos.

A que nos referimos cuando decimos que no son mentales:
• Que no son físicas, No son reales o tangibles directamente, sino a través de manifestaciones o expresiones de diferente significado.
• Son fruto o elaboración de la mente (Mente: capacidad intelectual humana, según diccionario)

¿Por qué surgen las barreras mentales?
La mente está hecha para defendernos, protegernos e informarnos de cualquier posible amenaza exterior. Cuando nos amoldamos a una rutina expresa, nuestra mente entiende que eso es lo que deseamos y lo que es conveniente para nosotros. A partir de ese modelo, nos defenderá de cualquier cambio que pueda representar una ruptura de hábitos. Y, ¿cómo lo hará?, creando el miedo.

El miedo puede impregnarlo todo. El miedo paraliza, creando dudas, inseguridad e indecisión. Es la barrera por excelencia, incluso cuando estamos a punto de conseguir la meta. El miedo está ahí para advertirnos de los riesgos o los errores, para persuadirnos de no precipitarnos.

Hay infinitas barreras mentales que pueden surgir para convencernos de que desistamos de cualquier cambio o proyecto. Hemos citado algunas de las más comunes.

Falta de planificación: Muchos proyectos se quedan por el camino porque no se ha planeado bien cómo desarrollarlos. Planificar ayuda a evaluar los pasos de cada etapa.
Incapacidad: La indecisión o la falta de costumbre pueden hacernos creer que somos torpes para una actividad.
Baja autoestima: La falta de amor hacia uno mismo puede hacerle sentir débil, incapaz o que no merece vivir mejor.
Ira o rabia: Lejos de potenciar el crecimiento y la superación, la ira es tan solo el dolor que resta de una mala experiencia. Afrontarlo lo disuelve.
Decepción: la desilusión es un fuerte componente disuasorio, que solo la fe en uno mismo y la constancia pueden combatir.
Apatía: El desinterés, el cansancio y la pereza son “barreras mentales” muy habituales y que pueden hacernos cambiar de opinión muy fácilmente.

Presta atención a esta historia de la vida real: Aura Ramos Carrero es la madre de José Rafael, quien desde el momento del parto ha luchado para que su hijo lleve una vida feliz: “la parálisis cerebral se debe a que me fui a parir a Bailadores porque allá estaba mi familia, me atendieron en una medicatura con muy bajas condiciones, el trabajo de parto debía culminar al mediodía y se extendió hasta las 4 de la tarde; el niño nació con muy pocas esperanzas de vida y los médicos me informaron que, producto del prolongado trabajo de parto, tuvo una parálisis cerebral y que no sabían qué parte iba a afectar, pero que no sería un niño normal”.
Pero, su corazón de madre siempre le dijo que su hijo estaba vivo, “para cosas grandes”; por ello, lo observaba en su crecimiento y desarrollo, de tal forma que podía notar que las deficiencias eran motoras, pero que intelectualmente su hijo estaba perfecto. Visitaron varios hospitales especializados en todo el país, decenas de consultas médicas y mucho esfuerzo, más que agotarla, le daban más ganas de seguir adelante. “Siempre quise que mi hijo estudiara”.
A pesar de sus dificultades motoras, José Rafael se incorporaba a los juegos con otros niños, en especial con su hermana Gabriela, dos años menor que él, y con su apoyo en todo momento: “un día lo traje a mi oficina y mientras jugaba con los hijos de mi jefe, me di cuenta de que usaba el teclado de la computadora con los codos, entonces pensé que esa era una buena manera para que estudiara”, relató la madre.
José Rafael tuvo la orientación de una psicopedagoga, Mercedes Orozco, quien se dedicó a ayudarlo en su estimulación; luego pudo hacer sus estudios de preescolar en “Chiquilines” y más tarde fue ingresado en el colegio Ideal, en el quinto grado, tras una evaluación que lo ubicó en ese nivel.
La computadora e impresora, en el aula de clases, le permitieron cursar primaria y secundaria, como un estudiante más; siempre estuvo becado por los dueños de la institución y así llegó a graduarse de bachiller, y desde primero hasta cuarto año de secundaria, siempre fue el primer lugar en calificaciones de su curso.
Según cuenta el propio José Rafael para iniciar sus estudios universitarios presentó por primera vez el examen de admisión en la Unet, no quedó y decidió hacer el curso Propedéutico, quería entrar por méritos propios; al culminar el curso, nuevamente hizo la evaluación de admisión y obtuvo el lugar 26, entre más de 700 bachilleres.
La señora Aura tuvo que esforzarse para que su hijo fuera a la universidad. Levantarse muy temprano a bañarlo, vestirlo y darle el desayuno, tomar el transporte universitario o “ruta” para ir a llevarlo y luego ir a su trabajo. En el primer semestre, su amigo Carlos García se quedaba con José Rafael en la Unet para movilizarlo de un aula a otra, era un trabajo agradable, luego sus compañeros se ofrecieron y le dieron la mano.
José Rafael cursó cuatro semestres de Ingeniería Informática, pero se dio cuenta de que no era la profesión más adecuada, de tal forma que solicitó la autorización y se cambió para ingeniería industrial, carrera en la cual se graduó el 4 de diciembre del año 2010, en un emotivo y solemne acto que quedó para las páginas de la historia de la institución.

Reflexionando acerca de esto, vale la pena pensar cuántas barreras mentales nos hemos creado, y que tenemos tan arraigadas, que ya ni siquiera las cuestionamos. Nos sorprendería saber que únicamente depende de nosotros el derrumbarlas mentalmente.

En la India, cuando los elefantes son pequeños les amarran una pata a una cadena encajada al piso con una estaca para detenerlos.  Por un tiempo, luchan incansablemente hasta que llegan a convencerse que les es imposible zafarse.

El elefante se acostumbra a ello y cuando es adulto le siguen sujetando con el mismo método, para él sería relativamente sencillo arrancar de cuajo la estaca.  Sin embargo, no lo hace porque está convencido que no puede.  El elefante se generó una barrera mental cuando era pequeño, la cual persiste y queda arraigada en su edad adulta.

¿Cuántas estacas mentales tenemos? ¿Cuántas cosas hay que nos encantaría lograr? Pero pensamos que es imposible.

Me parece que debemos tener fe en que es posible derribar cualquier barrera mental, por imposible que nos parezca, y buscar constantemente hasta que se nos convierta en un hábito y se vuelva un reto a vencer, el derribar berreras.





“Porque el Espíritu de Dios no nos hace cobardes. Al contrario, nos da poder para amar a los demás, y nos fortalece para que podamos vivir una buena vida cristiana”.
2 Timoteo 1:7
Traducción en lenguaje actual (TLA)




Escrito por: Eric Espinoza 

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